Tras pasar por los tratamientos que «te tocan», si tienes suerte -como yo-, alcanzas el alta y pasas a otra etapa de estabilización y control de secuelas. Entonces descubres que, como quien ha sufrido un accidente, no eres la misma que empezó. En este punto se produce una nueva tensión: el entorno necesita que pases página, ya ha sufrido suficiente, y toca normalización; y tu, no te reconoces. Ni tu imagen, ni tus capacidades son las de antes del tratamiento. Pronto se desvanece la idea, algo ingenua pero útil, de que todo volvería a estar como antes.
«Lo que resiste persiste, lo que aceptas se transforma»
(de la clase de Mindfulness)
Doy gracias a la cirugía plástica y a sus artesanos: con ella el socavón terapéutico queda disimulado. Y sí, eso tiene su efecto en mi cerebro de mujer, además de ser práctico en un mundo de ropa simétrica. Pero las asimetrías continúan y lo que quería compartir sucede a partir de aquí. Siguiendo el camino habitual, pedí recomendación para pintarme una areola, en una clínica estética.
No llegué a utilizar el contacto, aunque me sorprendió el precio orientativo que me dieron; tenía una idea algo diferente rondándome la cabeza. Tras buscar con el Dr Google la diferencia entre micro pigmentación y tatuaje, encontré tres diferencias básicas que luego serían cuatro: (1) la profundidad del Tattoo es mayor que la de la micro pigmentación, por lo que la durabilidad también lo es (2), parece que se utilizan pigmentos diferentes (3). Se me ocurrió que más que intentar disimular, podía intentar «embellecer» la zona…como la técnica japonesa Kinsugi.
En mis visitas a páginas web de tatuajes y clínicas de micro pigmentación, vi que el principal argumento de diferencia eran batas blancas, experiencia y súper-higiene. Preguntando a usuarios de tatuajes, con la vieja técnica de la recomendación, tuve la confirmación de que la higiene también era imprescindible, en los lugares de tatuaje que se preciasen. Lo pude comprobar en persona. JMa desprecintó delante mío, las bolsas de esterilización donde estaban todas las piezas del aparataje que utilizó conmigo.
Y mi experiencia no ha podido ser mejor. Sensibilidad, acompañamiento, experiencia y sí, arte. Y voy comprobando que la bella composición me ayuda, y que cada vez que accidentalmente me veo desnuda, dejo de pensar en asimetrías y me sonrio. ¡Gracias JMa!